Javier Diez Canseco, socialista mariateguista.Textos de legado y homenaje.

 Javier Diez Canseco, socialista mariateguista.Textos de legado y homenaje.

JAVIER DIEZ CANSECO


Hace 12 años un 4 de mayo del 2013 nos dejó físicamente.
Javier Diez Canseco fue sin lugar a dudas el peruano socialista de izquierda que más influyó en las luchas democráticas y populares del pueblo peruano y en la política contemporánea del Perú.
Un fiel heredero de lo mejor de las luchas del pueblo peruano, de las y los trabajadores, campesinos, pueblos indígenas e intelectuales progresistas. Como comunicador, parlamentario y militante y lider de la izquierda socialista encarnó  y proyectó el pensamiento del gran intelectual marxista, José Carlos Mariategui.

Javier fue un líder socialista de izquierda que se proyectó en las luchas populares y el pensamiento y la acción de las izquierdas  en Latinoamérica y el Caribe. Fue un adelantado de su tiempo asumiendo una opción socialista antiimperialista, anticolonialista e internacionalista con convicción y coherencia hasta sus últimos días de existencia.

Trabajó y luchó consecuentemente por un Perú soberano y justo, un Perú “de todas las sangres” cómo señalaba José María Arguedas.

Javier al igual que los grandes luchadores y revolucionarios contemporáneos como Salvador Allende, Fidel Castro, El Che Guevara, Tomás Borge, Jaime Bateman, Miguel Enriquez y el Comandante Hugo Chávez Frías, fue también un resuelto constructor de unidad Indoamericana y Bolivariana, comprometido con integración nuestra latinoamericana y Caribeña desde la diplomacia de los pueblos y desde los movimientos sociales y populares. Fue un firme articulador de la lucha popular,  democrática y plural para superar el capitalismo imperialista salvaje, concentrador y depredador para edificar un nuevo orden mundial en lo multilateral, en comercial, productivo, energético y medioambiental.

Un nuevo orden mundial sin guerras ni genocidios como el que sufre hoy el pueblo palestino. Un nuevo orden mundial sin bloqueos ni agresiones Imperialistas, sin emergencia y crisis climática con comercio justo y soberanía alimentaria. Por un nuevo mundo necesario y urgente con autodeterminación, soberanía, justicia  y Paz para los pueblos del mundo.

Al conmemorarse 12 años de su partida física desde el Socialismo Allendista y la izquierda chilena le rendimos un merecido homenaje publicando dos  artículos sobre su trayectoria y legado:

El primero, titulado: “Diez Canseco Cisneros, Javier” publicado en el año 2021 en el “Diccionario Biográfico de las Izquierdas Latinoamericanas” cuyos autores son los socialistas peruanos, Eduardo Cáceres y Antonio Zapata. El segundo, titulado : “Javier Diez Canseco, Socialista e Internacionalista” publicado en el 2015 en el Libro  Javier Diez Canseco, El Internacionalista, cuyo autor es el socialista y Allendista chileno, Esteban Silva Cuadra.

Difundir las ideas y el legado socialista de Javier Diez Canseco, es un deber de la memoria ante las nuevas generaciones y para proyectar la lucha de nuestros pueblos.

Movimiento del Socialismo Allendista de Chile.

4 de mayo de 2025

Textos de legado y homenaje:

DIEZ CANSECO CISNEROS, Javier (Lima, Perú, 24/03/1948 – 4/5/2013).

Sociólogo, periodista, dirigente político y marxista peruano. Fue parte de la generación de la Nueva Izquierda, del partido Vanguardia Revolucionaria (VR) posteriormente fusionado con otros grupos en el Partido Unificado Mariateguista (PUM). Asimismo, integró la dirección del Frente Único Izquierda Unida y por más de un cuarto de siglo fue parlamentario de izquierda.

Javier Diez Canseco Cisneros (JDC), nació en Lima el 24 de marzo de 1948. Su padre, Santiago Diez Canseco, era alto funcionario de un banco y su madre, María Cisneros, era parte de una familia de élite bien conectada a la política. El hermano de su madre fue primer ministro de Manuel Prado, un presidente representativo de la más rancia oligarquía cuyo gobierno transcurrió en la segunda parte de 1950, cuando JDC cursaba educación primaria en un exclusivo colegio americano en Lima. La infancia de JDC fue complicada porque durante su primer año de vida contrajo poliomielitis. Esta enfermedad definió su vida y fue la base de su carácter. Tuvo que aprender a hacer cada cosa, desde caminar, siendo una persona con discapacidad.

Su adolescencia coincidió con el resquebrajamiento del orden tradicional. En el campo se sucedían tomas de tierras y levantamientos campesinos. En 1964 Carlos Malpica publicó Los dueños del Perúun contundente y fundamentado alegato contra la oligarquía peruanaJDC ingresó a la universidad en 1965, el mismo año que estallaron las guerrillas del MIR y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Por su lado, otro sector de la izquierda había apostado por la vía electoral y obtuvo una elevada votación en unas elecciones complementarias que se desarrollaron en Lima en 1967. Pero este desarrollo fue interrumpido por el gobierno militar de Velasco. En efecto, el 3 de octubre de 1968 el golpe de estado del general Juan Velasco Alvarado canceló el orden oligárquico por la vía dictatorial. Los militares formaron un gobierno nacionalista y reformista que intentó resolver los graves problemas estructurales del país a través de medidas que habían sido planteadas desde los años veinte por José Carlos Mariátegui y Haya de la Torre. Ellas se centraban en dos reclamos principales: reforma agraria y nacionalización del petróleo. Así, los militares modernizaron el país mientras JDC estudiaba sociología en la Universidad Católica, donde se radicalizó y se apartó de su grupo social de origen.

Su ruptura fue radical, siguiendo un patrón propio de aquellos días dejó todo y se fue a compartir la vida del pueblo. En 1967 participó de la fundación del Frente Revolucionario de Estudiantes Socialistas (FRES), que fue su primer agrupamiento político. En 1971 el FRES ganó las elecciones de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica y JDC fue el primer estudiante marxista electo como presidente estudiantil. Sin embargo, el año siguiente fue expulsado de la universidad por un enfrentamiento con el rector y se trasladó a las minas del centro como activista de su partido político, Vanguardia Revolucionaria (VR) en donde compartía militancia con Ricardo Letts ColmenaresRicardo Napurí, Edmundo MurrugarraHumberto Rodríguez Pastor, entre otros.

Estuvo tres años en las minas a cargo de las escuelas sindicales hasta que regresó a Lima y comenzó su vida de periodista. En 1972 un grupo ligado a VR asumió la conducción de la Federación de Pescadores y JDC se sumó al grupo como editor del periódico sindical, el Amauta del Mar. A continuación, junto a Óscar Dancourt y Fernando Rospigliosi fundó el semanario Amautaque tuvo gran acogida a finales de la década de 1970. Fue un semanario de izquierdas que supo ganarse un público bastante amplio, gracias a sus reportajes periodísticos sobre sucesos populares y un diseño gráfico muy visual y moderno.

Simultáneamente JDC ocupó un lugar en el ejecutivo y en el comité central de VR. Fueron años de intensas luchas sociales, así como de presencia de la izquierda en la cultura y el debate político.
En agosto de 1975, Velasco Alvarado fue derribado por un golpe militar liderado por el general Morales Bermúdez. Fue el fin de las reformas y un claro viraje a la derecha. La respuesta popular fue una ola de huelgas que culminaron en el paro nacional del 19 de julio de 1977. En ese momento, los diversos grupos de “Nueva Izquierda” organizaron la Unidad Democrático Popular, un movimiento político legal en función de un proyecto revolucionario. Por su parte, el gobierno militar diseñó una transición pactada con el APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana) y la derecha. Pero, el 22 y 23 de mayo de 1978 tuvo lugar un nuevo paro nacional, el más extenso y violento de todo el ciclo del gobierno militar. Días antes, JDC junto con otros quince políticos había sido deportado a la Argentina del dictador Jorge R. Videla, algunos de ellos eran: Ricardo Letts, Ricardo Napuri, Hugo Blanco y una decena de otros dirigentes de izquierda, sumados al periodista de derechas Alfonso Baella Tuesta. Eran los días del Plan Cóndor y la vida de los detenidos corrió riesgo en las celdas de un cuartel militar. Pero, finalmente fueron deportados y estando en el exilio, JDC fue electo constituyente para la asamblea que se instaló en julio de 1978.

Como parlamentario, JDC, mostró elevada capacidad polémica y se enfrentó verbalmente con el APRA y la derecha que defendieron el pacto con el gobierno militar. Gracias a esto, él proyectó una imagen de congresista identificado con los intereses populares que habría de acompañarlo toda su vida. Luego de las lamentables divisiones de la izquierda de enero de 1980, JDC participó del reagrupamiento que se cristalizó en Izquierda Unida (IU), que fue importante actor de la política peruana de la década de 1980. Hizo parte de su primer Comité Directivo, junto con Henry PeaseManuel Dammert, Alfredo Filomeno, Alberto Moreno, Alfonso BarrantesJorge del Prado y Genaro Ledesma.

Las elecciones de junio 1980 llevaron nuevamente al poder a Fernando Belaunde, pero el mismo día de las elecciones se levantó en armas el Partido Comunista del Perú, Sendero Luminoso. Los partidos en el poder, Acción Popular y el Partido Popular Cristiano (PPC), actuaron completamente confundidos creyendo estar al frente de una conspiración comunista internacional basada en Cuba. Según el gobierno, la izquierda legal era la correa de transmisión del naciente terrorismo. Así, empezaron las detenciones masivas de militantes de la izquierda legal, de la que JDC se convirtió en defensor.

La intervención de la policía y luego del ejército conllevó violaciones masivas de los derechos humanos. Se desató el racismo y se abusó sin piedad de los campesinos indígenas. En ese mismo momento, Sendero Luminoso estaba aplicando su táctica de “batir el campo”. Esa medida significaba amenazar y hostigar a todas las autoridades y reemplazarlas por comités senderistas llamados de “Nueva Democracia”. Así, relativamente temprano, IU recibió informes de asesinatos perpetrados por Sendero contra dirigentes comunales. Por ello, en julio de 1982, el Comité Directivo de IU condenó las acciones terroristas de Sendero. Paralelamente, JDC denunció al gobierno ante la Corte de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos (OEA) por tortura a civiles detenidos. Según su apreciación, la democracia recién conquistada estaba siendo erosionada por la militarización generada por la guerra interna.

JDC fue uno de los forjadores de IU y una de sus principales figuras. Con respecto a la coalición izquierdista, en un ensayo que escribió para un libro de Alberto Adrianzén, sostuvo que expresó una elevada organización de los sectores populares que en esa década fortalecieron asociaciones vecinales, sindicatos y federaciones, amén de partidos políticos. Pero si sobraba organización no había suficiente creatividad. Se había seguido repitiendo la visión del país que correspondía a décadas pasadas, sin considerar la transformación de los sectores populares por la explosión de la informalidad. A lo largo de la década de 1980, la IU obtuvo aproximadamente un 30% del voto popular gracias a su capacidad de denuncia pero no había propuestas de solución capaces de ganar una mayoría nacional por la vía electoral.

Además, la IU estaba muy dividida internamente. Alfonso Barrantes, quien fue el primer alcalde socialista de Lima, lideraba un sector que no percibió la cercanía de un desenlace y apostó por ganar las elecciones corriéndose al centro. Por su parte, la izquierda radical se hallaba organizada en dos partidos bastante influyentes, el Partido Unificado Mariateguista (PUM), donde militaba JDC, y el Partido Comunista del Perú – Patria Roja, de filiación maoísta y vinculado a la República Popular China. Pero, esta izquierda radical no había construido una estrategia de poder. Su fórmula fue la combinación de todas las formas de lucha. Al intentar aplicarla condujo a un callejón sin salida: abrir unas puertas implicaba cerrar otras. El proceso de violencia avanzaba aceleradamente mientras IU estaba asentada en la precaria institucionalidad democrática.

IU había nacido como un frente laxo, integrado por partidos que disponían de cuotas en los organismos de base e intermedios. Pero, en 1988, se buscó organizar a los simpatizantes izquierdistas para que ellos formen comités y elijan a sus representantes. Este esfuerzo por la democracia interna lamentablemente llevó a la ruptura del frente. Barrantes era un líder carismático que contaba con el electorado izquierdista, pero era minoría en la militancia y no quería quedar atrapado por su institucionalidad. Por ello, no participó del primer congreso de IU y sus partidarios se retiraron. Por su parte, JDC se mantuvo en IU y acompañó al candidato presidencial Henry Pease, habiendo sido electo senador en 1990.

Pero la división provocó la caída de ambas alas de la izquierda, puesto que Pease apenas obtuvo el 8% y Barrantes la mitad. En estas elecciones triunfó Alberto Fujimori, un outsider destinado a convertirse una figura importante de la historia política. Con este presidente llegó el neoliberalismo, el «consenso de Washington» y las inversiones directas extranjeras que afluyeron para participar de las privatizaciones. Este proceso se tradujo en crecimiento económico y, sin embargo, fue corrupto en un grado superior a los elevados estándares nacionales. Asimismo, Fujimori también lideró una estrategia contrainsurgente que violó de manera sistemática los derechos humanos. Por ello, el año 2009 el poder judicial lo sentenció a 25 años de prisión.

Durante los años noventa, JDC ocupó su puesto en la oposición parlamentaria y se enfrentó a los servicios de inteligencia dirigidos por el siniestro asesor Vladimiro Montesinos. Asimismo, batalló por los derechos de los trabajadores arrasados por la ofensiva neoliberal. Posteriormente, cuando cayó el régimen, presidió una comisión investigadora del Congreso nacional sobre «crímenes de cuello blanco», cometidos por grupos económicos asociados a malos funcionarios del Estado. Asimismo, a lo largo de esta década participó intensamente del Foro de São Paulo y se mantuvo como uno de sus animadores hasta el final de su vida.

Luego de un cuarto de siglo como congresista, JDC fue candidato presidencial el 2006 pero obtuvo una votación inferior al 1%. La ciudadanía lo consideraba un buen parlamentario, puesto que ganó su puesto las siete veces que se presentó para este cargo, pero su perfil combativo e intransigente lo situaba en el congreso y no en el poder ejecutivo. Para aquel entonces ya se había deshecho el PUM, y JDC había participado de un reagrupamiento que recuperó el nombre del antiguo Partido Socialista. A lo largo de su historia, los partidos de la Nueva Izquierda peruana sufrieron un elevado grado de fraccionamiento y frecuentes divisiones. Asimismo, el caudillismo fue uno de los rasgos de la organización izquierdista ya que varios grupos se limitaban a ser círculos de amigos políticos de diversas figuras. A pesar de su elevado protagonismo personal, JDC participó en diversos espacios de frente único pugnando por reagrupar a la izquierda dispersa después de los noventa. En el camino JDC y buena parte de la izquierda habían evolucionado hacia la defensa de la democracia sosteniendo que alrededor de ella se libraba una batalla contra la reacción, que pretendía recortar derechos y libertades de los trabajadores.

Nuevamente fue electo como congresista en el 2011 en las filas de la coalición que llevó a Ollanta Humala al gobierno. Pero, nunca se sintió cómodo en esa alianza que tranzó con los poderes fácticos antes de asumir el poder. Junto a Verónika Mendoza, JDC rompió con Humala a raíz de las luchas medioambientales y formó tienda aparte. En su larga carrera como congresista, JDC estuvo interesado en incorporar nuevos actores y sujetos sociales a la vida política. Le dedicó bastante atención a la problemática de las personas con discapacidad, habiendo dirigido una comisión parlamentaria bastante activa en la visibilización y protección de sus derechos.

Por su lado, la transición democrática del 2000 no alteró ni el modelo económico ni el control de los grandes grupos económicos. Entre ellos había sangre en el ojo contra JDC por sus denuncias sobre corrupción. Por ello, el último año de su vida soportó una campaña periodística insidiosa que buscó enlodar su larga carrera pública. Fue sancionado por el pleno del Congreso el 16 de noviembre del 2012, acordando suspenderlo por noventa días. Pero, JDC enjuició al Parlamento y el poder judicial le dio la razón.

Así, llegaron sus últimos días. Enfermó de un cáncer en el páncreas y falleció el 4 de mayo del 2013. Sus relaciones terminaron quebradas con el poder legislativo, donde había llegado a ser el parlamentario más veterano. Durante ese largo tiempo su papel había sido representar a los de abajo. Nunca se había llevado bien con los poderosos y no es casual que haya fallecido enfrentado con ellos. Su velorio fue acompañado por miles de personas en la Casona de San Marcos. Fue sepultado en olor de multitud que lo llevó en hombros del Parque Universitario a la Central de Trabajadores en la Plaza Dos de Mayo y lo acompañó finalmente hasta el local del Partido Socialista en la Plaza Bolognesi de Lima.

Eduardo Cáceres y Antonio Zapata.

 

Javier Diez Canseco, Socialista e Internacionalista. Por Esteban Silva Cuadra*

Javier Diez Canseco era un dirigente socialista cuya honestidad, consecuencia y radicalidad (del sentido mismo de ir a la raíz) lo hicieron ser respetado más allá de las fronteras de la propia izquierda en vastos sectores de la sociedad peruana.

Como parlamentario era temido por los grandes poderes económicos y fácticos, pues fue intransigente en la lucha contra los corruptos y la corrupción. Fue contundente y eficaz en la investigación de los grandes desfalcos y delitos económicos producto de las privatizaciones que se impusieron en el Perú de la mano de las políticas neoliberales de ajuste estructural.

Javier fue también un tenaz defensor de los derechos humanos, asumió la voz de los que no la tenían y la defensa de las víctimas y familias frente a las violaciones a los derechos fundamentales que afectaron a tantos peruanos durante los años de la violencia del terrorismo polpotiano de sendero luminoso y del terrorismo de Estado que cobró miles de víctimas en el sur andino entre los más pobres y humildes.

Luchó como pocos frente a la dictadura disfrazada de democracia de Alberto Fujimori. Cuando la izquierda peruana, diezmada y fragmentada se batía en retirada y se imponía el pensamiento único neoliberal, Diez Canseco junto a un puñado de hombres y mujeres levantó las banderas de la izquierda, reivindicó el mariateguismo y el socialismo como posi- bilidad de construcción de un nuevo proyecto de transformación social basado en la decencia y la justicia, la soberanía económica, la participa- ción popular y la democracia participativa y redistributiva.

Pero su discurso no fue puramente intelectual, lo encarnó con su práctica y testimonio más allá de su incansable labor parlamentaria, en su compromiso militante al lado de los marginados, discriminados y discapacitados.

Diez Canseco era de aquellos políticos que escasean y que se mencionan con mayúscula. Entendía la política como un compromiso solidario y verdadero al servicio de proyectos colectivos y liberadores. Podía sostener en público lo mismo que sostenía en privado y por lo mismo, vivió en coherencia a sus valores y convicciones.

Javier era tenaz y sólido en el combate por las ideas y en la defensa de sus convicciones. A pesar de su firmeza tenía una gran tolerancia y un profundo sentido humano como base de su compromiso militante. La pobreza, la explotación y la injusticia le dolían de verdad. El abuso, la discriminación y la arbitrariedad lo hacían revelarse intelectual y políticamente. Javier era un humanista, un marxista profundamente amante del Perú, de su pueblo y de su cultura. En pocas personas y dirigentes que he conocido se conjugó tan coherentemente aquella consistencia que debe tener un revolucionario como señalaba Antonio Gramsci: el ejercitar el “Pesimismo de la razón y el mantener el optimismo de la voluntad” para encarar la vida y la lucha por la transformación socialista solidaria y democrática.

No tengo dudas que Javier como dirigente, alcanzó en su fecunda vida el nivel y la estatura de los grandes líderes y luchadores que forman parte del patrimonio e inspiración de nuestra izquierda latinoamericana y que han abierto nuevos rumbos de futuro en nuestro continente como Salvador Allende, el Che, Fidel y Hugo Chávez.

Lamentablemente, luego de una larga y consistente trayectoria de lucha alcanzó su más alto nivel de madurez como socialista y dirigente político en tiempos de una feroz y poderosa hegemonía neoliberal y del reflujo de la izquierda y del movimiento social y progresista peruano y por tanto no pudo ser electo Presidente del Perú.

Diez Canseco fue como pocos un internacionalista que trascendió las fronteras del Perú. Fue uno de los fundadores y principales impulsores del Foro de Sao Paulo en la búsqueda de reconstruir la fuerza, coordinación y el rearme de la izquierda socialista. Fue un latinoamericanista convencido de la necesidad de la lucha común de los pueblos frente al gran capital depredador y al imperialismo. Fue solidario con la revolución cubana, amigo desde las primeras horas (a la diferencia de muchos que se acercaron cuando ya habían accedido al gobierno) de la lucha del Partido de los Trabajadores y de Lula en Brasil. Fue solidario como pocos con las luchas de liberación en Centroamérica y acompañó activamente a los hombres y mujeres del Farabundo Martí de Liberación Nacional FMLN en el proceso de paz, luego de la cruenta guerra civil e injerencia extranjera que afectó a el Salvador. Fue un compañero cercano de las luchas de la izquierda y del Socialismo Allendista de Chile.

Luchó contra todo neocolonialismo por la autodeterminación de pueblos más allá de nuestro continente, sin dejarse abatir con la misma consistencia y perseverancia que lo caracterizaba en su trabajo como congresista y militante. Hoy en el África del norte en el todavía ocupado Sahara Occidental, Javier es recordado con afecto y agradecimiento por el pueblo saharaui y los dirigentes del Frente Polisario, quienes entera dos de su fallecimiento expresaron de corazón su profundo pesar por la partida de “un hombre integro, honorable y solidario”

Me resulta imposible hacer una semblanza de su compromiso político sin vincular los afectos y la emoción, pues para mí su partida fue la de un amigo y compañero, fue despedir a un hermano mayor y acompañarlo en su último viaje junto a los que lo quisieron y a miles quienes lucharon junto a él por un Perú más justo y solidario.

Lo recordamos hoy como alguien presente en nombre de todos los hombres y mujeres de izquierda de nuestra América que aprendieron de Javier el valor de la consecuencia, la honestidad y el compromiso revolucionario por construir “un socialismo sin calco ni copia sino que como creación heroica”.

Javier es de esos muertos que nunca mueren, uno de esos imprescindibles. Su legado es ahora patrimonio de nuestros pueblos, de la izquierda y el socialismo latinoamericano. No te hemos dicho adiós querido Javier sino hasta siempre.


* Presidente del Movimiento del Socialismo Allendista de Chile

 

 

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